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Un sábado inolvidable

Hoy hace casi una semana del evento, del primer evento a puertas abiertas que organizamos. ¿Que cómo fue? Estupendo, como no podía ser de otra manera.


Y es que el dar a conocer el proyecto no era más que la excusa. La verdadera función del evento era conocernos, era poner cara, sonrisa y mirada a todos esos nombres de las cartas, a esos comentarios en redes sociales y a todas esas personas de las que se cuentan historias.


Porque detrás de cada historia, hay una cara, hay una persona y, por el contexto en el que nos movemos, seguro que un corazón enorme.


No tenemos la costumbre de poner caras. Es triste, pero es así. Hablamos de una institución, de una iniciativa… quizás incluso de una acción concreta, pero rara vez le ponemos nombre, y mucho menos cara. A veces, incluso nos da miedo. Lo que acerca, puede alejar. Y el único eslabón que une esas dos cosas muchas veces contiene prejuicios, ideas preconcebidas.


Este evento era para poner caras, para ponernos cara. Para pasarlo bien, para hablar, para reflexionar, incluso para romper eslabones. Y sólo por eso, fuere como fuere, ya iba a ser un éxito.


Es más, el evento era el premio. Antes de que empezara ya era un enorme premio, un enorme regalo para todas las personas que formamos esto. Después de todo el trabajo, imprevistos y organización que subyacen a un evento, el hecho de que tuviera lugar, ya era todo un premio.


Y es que un evento que iba a hablar de historias maravillosas de gente maravillosa, dio lugar a otra historia maravillosa. Con caras, con nombres: Miriam y Asier. Nos dieron una lección de todo. Nos juntamos por primera vez para concretar cosas del evento el miércoles antes de este y, ante las preguntas de “¿qué os gustaría hacer? ¿En qué os gustaría participar?”, la respuesta fue simple y contundente: “en todo”. Y así fue como dos caras nuevas, dos sonrisas enormes con muchísima ambición, respeto, cercanía y responsabilidad llevaron las riendas de un evento al que dieron un toque de frescura, de naturalidad, inigualable.


Iba de contar historias y de analizar perspectivas, sin Norte, sin Sur, simplemente entre personas. Iba de emoción, de caras, de conocernos. Y todo eso se vio reflejado cuando llamamos en directo a dos zonas diferentes de Ghana. Porque podíamos contar la historia, pero no como Dominique, no como Gloria.


Hablamos de Sara, Inés y Natalia porque toda historia tiene caras. Llamamos a Gloria (directora de DACF, una ONG ghanesa) y a Dominique (director de la escuela de Azudoone, Ghana) porque todo proyecto tiene caras. Hablamos de Iñigo, de Esti, de Inma, de Jon, de Zuriñe, de Eva y de mucha gente más, porque toda trayectoria tiene caras.


Y además de todo, contamos con la maravillosa colaboración de dos personas. En primer lugar, de Mikel, amigo y persona espectacular, artista en todas las dimensiones de la palabra y apoyo imprescindible de Nuevi que adornó el espacio con sus fotos y, en segundo lugar, de Ernesto, cantante que de manera total y absolutamente altruista accedió a cantar un par de canciones para amenizar el evento. Sin palabras. Millones de gracias a los dos.


Terminamos de la mejor manera posible: riendo, hablando, compartiendo y abrazando en medio de un mercadillo solidario que le debemos a Grandma, en Ghana.

Terminamos, pero nunca terminamos. Porque no fue un evento, fue una quedada. Fue una quedada para que todas las personas que formamos esto, cada una con nuestra función particular e imprescindible, nos conociésemos, nos pusiésemos cara, nos apoyásemos mutuamente.


Mil gracias. De todo, todísimo corazón. Después de este sábado Nuevi es mucho más familia, es mucho más equipo, es mucho más humana. Cuidándonos, queriéndonos y sin parar de reír, sigamos haciendo de todo esto un simple grupo de amigos y amigas que se preocupan por personas.


Mil gracias, de corazón. A vosotros, a vosotras, por ser parte de esa gente que está dispuesta a luchar por gente.


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